martes, 27 de junio de 2017

Eventos destacados del mes de junio

Publicado por David Arbizu

ANTÁRTIDA: DEL BLANCO AL VERDE
La Antártida es el continente más seco, más frío, más remoto, más ventoso, más alto en cuanto a su altura media, que es de 2600 metros y también, cuando es invierno en el hemisferio sur, más oscuro del planeta. La Antártida es el continente helado de la Tierra y a su alrededor, en conexión con el océano Glacial Antártico, se unifican las aguas de todos los océanos del planeta mostrándose en su verdadera realidad, como un único gran cuerpo de agua.

La Antártida, con un 99% de su superficie cubierta por hielo permanente, tiene una gran influencia sobre el clima de todo el planeta, de manera que lo que sucede en la Antártida afecta notablemente a sistemas y patrones climáticos que inciden sobre toda la Tierra. Del mismo modo, cualquier cambio o desajuste climático también va a repercutir sobre este gran continente y, en este tiempo de calentamiento global, con temperaturas elevadas tanto del aire como del agua que afectan a vientos y corrientes marinas, la máxima expresión del cambio climático que se observa en la Antártida, al igual que en el Ártico, es el deshielo a gran escala.

Imagen de la Antártida y las zonas rojas como principales puntos de deshielo

En la imagen superior aparecen en color rojo las principales zonas de deshielo, que principalmente se encuentran junto al océano, aunque también se ha detectado en zonas más internas y más elevadas. La mayoría de estas zonas que forman la línea costera son “plataformas de hielo”, que son enormes capas o masas de hielo flotante que se forman al extenderse lentamente sobre el océano desde el extremo de un glaciar. Durante los últimos meses se ha observado un alarmante incremento del deshielo, tanto en las plataformas como en los propios glaciares, donde se han llegado a formar ríos que llegan al océano, pequeños lagos superficiales pero también subterráneos y grandes grietas. Aunque los científicos explican que muchos ríos y lagos han existido desde hace décadas y que aumentan su caudal y su superficie cada verano, ahora son más grandes debido a una mayor tasa de deshielo.

Gran zona agrietada. Formación de un río y una cascada fruto del deshielo

La zona donde hay mayor deshielo es la Antártida Occidental, donde se encuentra la Península Antártica, una zona donde se hacen muchos estudios científicos y que es la parte más cercana a otro continente, está a 1100 km de Tierra del Fuego, en Sudamérica. En esta península se encuentra la plataforma Larsen C, que hace más de dos años que es noticia debido a la aparición y expansión de una gran grieta, que ahora llega a los 200 km de longitud y que cuando llegue al otro extremo de la plataforma, un punto que ahora solo está a 13 km de distancia, va a generar uno de los mayores icebergs jamás registrados, con una superficie de unos 5000 km² (para hacerse una idea del tamaño, la isla de Mallorca tiene 3640 km²). Aparte de los efectos de ese iceberg fundiéndose en las aguas del océano, lo más preocupante es que la desaparición de gran parte de la plataforma Larsen C podría afectar al vecino glaciar Thwaites, el cual podría llegar a desestabilizar la mayor parte de la Antártida Occidental.

Aunque las noticias sobre la grieta de la plataforma Larsen C son muy impactantes, está observándose otra situación que también es preocupante que es el aumento de la vida vegetal y microbiana conforme van quedando porciones de tierra libres de hielo cada vez más grandes. Muchas de estas superficies libres de hielo están cubiertas de musgo, aunque también se conocen dos especies de plantas con flores. Se ha constatado que, junto al deshielo, la actividad biológica del musgo se ha acelerado en respuesta al aumento de las temperaturas, pero también se va a beneficiar y acelerar gracias a otros cambios observados en los vientos y a una mayor posibilidad de precipitaciones y humedad. Este aumento de la actividad biológica demuestra que los ecosistemas se irán alterando con rapidez y también se irá expandiendo una nueva estructura biológica, nuevos hábitats. Así que no hay duda de que el verde irá ganando terreno al blanco, aunque de momento sea en la Península Antártica, pero si se mantienen las altas temperaturas veremos cómo irán apareciendo puntos verdes rodeados del blanco de un hielo debilitado y agrietado.

Zonas cubiertas de musgo en la Península Antártica

Sin la capa de hielo y con una vegetación creciendo con fuerza, es lógico pensar que la vida animal tendrá que irse adaptando o desplazarse hacia lugares más adecuados, pero lo que es más preocupante de este cambio es que proporciona unas condiciones de vida que pueden permitir la llegada de especies invasoras. En este sentido, en la Península Antártica ya se han observado moscas domésticas, una especie invasora que ha llegado a través de los barcos y que ha conseguido sobrevivir gracias al aumento de las temperaturas y al incremento de las zonas verdes. Las especies invasoras, como la mosca doméstica, llevan consigo patógenos que podrían causar efectos devastadores sobre las especies autóctonas y alterar todo el ecosistema y la cadena alimenticia.

Pero por desgracia, como siempre, la peor especie invasora es el ser humano. Cada vez llegan más expediciones científicas y, lo que es peor, cada vez llegan más turistas. Entre 2015 y 2016, visitaron la Antártida más de 38 000 turistas y para esta temporada se espera alcanzar la cifra de 43 000 turistas. Por muy cuidadosos y respetuosos que puedan ser esos turistas, es muy difícil controlar que no lleven semillas o larvas de insectos enganchados en sus zapatos, en sus bolsas, en sus abrigos, de manera que se convierten en grandes contaminadores para uno de los lugares menos agredidos e invadidos del planeta. A todo esto hay que añadir que aumenta el número de embarcaciones que llegan al continente, embarcaciones que pueden transportar, tanto en su casco como en su interior, especies de todo tipo que pueden llegar a ser muy agresivas y que van a encontrar una situación cada vez más favorable para poder vivir y desarrollarse.

Esta contaminación realizada por los desplazamientos del ser humano es algo que ya ha sucedido en gran parte del planeta, pero parecía difícil de que llegara a la Antártida. Sin embargo, todo el cambio climático que se está experimentando en el planeta favorece el acceso a zonas anteriormente consideradas inaccesibles e inexpugnables. A nivel planetario, lo que estamos observando es una expansión del ecuador y los climas tropicales hacia los polos del planeta y esto significa mayor desertización de zonas tropicales y sub-tropicales, mientras que las altas temperaturas que se registran en los polos conllevan el deshielo y la aparición y aumento de vegetación. Podríamos decir que en una zona que abarca el ecuador, los trópicos y un área cada vez más amplia a su alrededor se está pasando del verde al marrón y que en los polos, sobre todo en la Antártida debido a que es un continente, se está pasando del blanco al verde. Y todo ello mientras nos encaminamos hacia una mini-edad de hielo, algo que parece inconcebible al observar todos estos cambios que responden al calentamiento global y mientras estamos experimentando unas intensas olas de calor en la primavera-verano del hemisferio norte de la Tierra.   



Fuentes:

martes, 13 de junio de 2017

Eventos destacados del mes de junio

Publicado por David Arbizu

EL EFECTO DE LOS RAYOS CÓSMICOS SOBRE EL CLIMA Y LA METEOROLOGÍA DE LA TIERRA

A principios del siglo pasado, algunos científicos ya intentaban demostrar que no toda la electricidad atmosférica provenía de la radiación generada por los elementos radiactivos que hay en la superficie del planeta y los gases que producen, tal como se había creído hasta entonces y en el año 1921, tras varios experimentos concluyentes, el físico estadounidense Robert Andrews Millikan llamó “rayos cósmicos” a la fuente de radiación extraterrestre que llega a nuestro planeta. Desde entonces, ha habido muchos estudios sobre los cambios y alteraciones que provocan los rayos cósmicos, cuya radiación afecta a los pasajeros y, sobre todo, a las tripulaciones de los aviones e incluso, según algunos estudios, puede afectar con arritmias cardíacas a la población en general.

Los rayos cósmicos son chorros de partículas altamente energéticas que viajan a través del espacio a una velocidad próxima a la de la luz y que impactan en masas o cuerpos espaciales que encuentran a su paso, tal como sucede en la Tierra. Se considera que gran parte de las partículas que los forman provienen de fenómenos astrofísicos violentos, como las explosiones de supernovas, las fulguraciones solares y también los resultados de sus colisiones en su viaje por el espacio. Aunque es difícil poder precisar el origen de los rayos cósmicos, se sabe que parte de los que llegan a nuestro planeta se originan en nuestro Sol, otra parte proviene de fuentes galácticas y una pequeña parte proviene de fuentes extragalácticas.

Cuando impactan en la Tierra, los rayos cósmicos menos energéticos son absorbidos por las capas altas de la atmósfera, pero los más energéticos penetran hacia las capas más inferiores interaccionando con sus átomos y produciendo lo que se denomina “cascadas de partículas”, que puede llegar a la superficie.


Desde mitad del siglo pasado, muchas investigaciones se han centrado en la relación entre los rayos cósmicos y la actividad solar. Se sabe que cuando hay mayor actividad solar también hay menor impacto de rayos cósmicos en nuestro planeta, debido a que el efecto de las llamaradas solares y las eyecciones de masa coronal apartan los rayos cósmicos que se dirigen hacia la Tierra. Al mismo tiempo, una menor actividad solar permite que los rayos cósmicos alcancen nuestro planeta y entren con más fuerza en la atmósfera. Ahora, en un momento de baja actividad solar, mientras nos encaminamos hacia un mínimo solar que va a llegar entre los años 2019 y 2020, la Tierra está recibiendo un mayor impacto de rayos cósmicos, algo que también lo facilita el hecho de que el campo magnético terrestre se ha debilitado. De hecho, estudios científicos demuestran que, desde marzo de 2015, los rayos cósmicos se han intensificado en un 13% y se espera que este porcentaje vaya en aumento mientras disminuye la actividad solar. Un ejemplo de esta baja actividad es que, desde principios de 2017 hasta la mitad del mes de mayo, ha habido 34 días sin manchas solares en el disco solar, una cifra que ya supera la de todo el año 2016.

En 1996, unos físicos daneses sugirieron que los rayos cósmicos son importantes en la formación de las nubes. Desde entonces, muchos experimentos y pruebas científicas se han enfocado en estudiar la relación entre la entrada de rayos cósmicos en nuestra atmósfera y la formación de nubes y, en general, la comunidad científica está de acuerdo en que un aumento del flujo de rayos cósmicos genera un aumento de nubes a escala global.

Las nubes consisten en pequeñas gotitas que se forman cuando el agua se condensa alrededor de pequeñas partículas que hay en la atmósfera, llamadas “aerosoles”. Cuando los aerosoles alcanzan un tamaño mínimo, pueden crear núcleos de condensación en los que se condensa el vapor de agua, algo que conduce a la formación de nubes. Se ha demostrado que las partículas liberadas por los rayos cósmicos ayudan a la formación de aerosoles y a que se ensamblen las partes que generan los núcleos de condensación que van a formar las nubes.

Las nubes son un elemento central de los modelos climáticos porque reflejan la luz del Sol hacia el espacio y limitan así la cantidad de energía que proviene del Sol. Al mismo tiempo, son campos que sostienen gran cantidad de energía en un proceso continuo de calentamiento y enfriamiento y son grandes contenedores, filtradores y repartidores del agua del planeta. Por lo tanto, una mayor o menor formación de nubes en la atmósfera va a tener una incidencia significativa sobre el clima y, en concreto, sobre un disminución o aumento de las temperaturas globales, de ahí que los rayos cósmicos tengan un efecto sobre el clima de nuestro planeta.

Proceso de la interacción de los rayos cósmicos y la formación de nubes

Ahora estamos experimentando un cambio climático extremo que se define principalmente como un calentamiento global, pero con nuestro Sol dirigiéndose hacia un mínimo solar, una mayor entrada de rayos cósmicos va a suponer un incremento de la formación de nubes y que haya un enfriamiento. Según algunos científicos, las glaciaciones o edades de hielo que ha habido en la Tierra han tenido lugar en situaciones como las que ahora se están desarrollando, algo que reafirma la teoría sobre la llegada de una mini-edad de hielo que coincidirá con ese mínimo solar que se espera para el año 2019-2020.

No todos los científicos están de acuerdo en la importancia del efecto de los rayos cósmicos. Aunque parece ser que una gran mayoría coincide en que su entrada en la atmósfera impulsa la formación de nubes, algunos no consideran que lo hagan con la fuerza y potencia suficiente como para que ese efecto sea significativo y determinante. Durante este año, 2017, se han realizado pruebas científicas que parecen dar la razón a ambas teorías, la que considera que los rayos cósmicos sí tienen un efecto importante y la que considera que no porque su incidencia sobre la formación de nubes no es significativa a escala global. Lo que sigue estando claro es que desconocemos el verdadero funcionamiento de la biosfera de la Tierra y de todos sus sistemas interconectados que dan forma a los patrones climáticos y que también desconocemos la verdadera interacción del planeta con el espacio exterior y con otras fuentes manifestadas como, por ejemplo, los rayos cósmicos. ¡Queda mucho por aprender!


Fuentes: