martes, 11 de julio de 2017

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Publicado por David Arbizu

RESIDUOS NUCLEARES Y RADIACTIVOS EN LOS OCÉANOS
Cada vez son más las personas que se preocupan por el daño que la actividad humana ha causado y sigue causando al planeta, sobre todo desde el inicio del Antropoceno. Ahora se está comprendiendo mejor la importancia de los océanos y de que su equilibrio, salud y funcionamiento son vitales para el mantenimiento de la biosfera, los patrones climáticos y toda la cadena alimenticia global. Por desgracia, durante siglos, el ser humano ha utilizado lagos, vías fluviales, pozos y océanos como grandes vertederos donde se podía tirar cualquier cosa sin que pareciera que pudiera haber ninguna repercusión para su propia existencia, pero la realidad es que, bajo los océanos, se han creado verdaderas bombas de relojería.

Desde el inicio de la era nuclear, que para muchos expertos coincide con el inicio del Antropoceno, los océanos representaron el lugar ideal donde poder deshacerse de los residuos nucleares y radiactivos. A pesar de que ya había organizaciones ecologistas, científicos y una parte de la opinión pública en contra, desde el año 1946 hasta el año 1993, trece países utilizaron los océanos como vertedero para eliminar sus residuos nucleares y radiactivos. Utilizar los océanos representaba hacerlo en lugares que estaban lejos de controles, donde era más fácil no generar una respuesta pública masiva en contra y, además, era la forma más rápida y barata de deshacerse de esos residuos peligrosos y difíciles de almacenar o destruir.

Lanchas de Greenpeace dificultando el vertido de bidones de residuos radiactivos  

En 1972, tras una reunión internacional convocada por la ONU, se acordó prohibir el vertido al mar de residuos radiactivos de larga actividad, que son los derivados principalmente de la transformación del combustible gastado en los reactores nucleares, pero no se prohibió el vertido de los residuos de media y baja actividad, que los forman las vainas que rodean el combustible nuclear y otros materiales utilizados en las centrales nucleares, los materiales producidos por la industria química, por los laboratorios de investigación o médicos y cualquier objeto o resto producido por la industria nuclear, por la minería o por el desmantelamiento de instalaciones nucleares. De este modo, los países siguieron realizando vertidos radiactivos en los océanos hasta el año 1993, año en que se ratificó un tratado internacional que prohibía totalmente la eliminación de materiales nucleares y radiactivos en los océanos.

Existe una gran preocupación por el estado de esos residuos, la mayor parte de los cuales están almacenados en bidones de acero y hormigón y otro tipo de contenedores que generalmente solo estaban diseñados para retener su contenido durante las operaciones de transporte y depósito, pero no para soportar la presión del agua a miles de metros de profundidad, ni la erosión, la salinidad u otros factores como movimientos sísmicos, etc. De hecho, en los años 70 del siglo pasado, el oceanógrafo Jacques Cousteau presentó ante el Consejo de Europa fotografías de bidones de residuos radioactivos franceses sumergidos en el Atlántico que presentaban un estado de conservación lamentable, ya que estaban completamente abiertos y perforados y hace solo dos años, en 2015, un estudio realizado en Alemania demostró que los bidones pueden sufrir perforaciones en un período que oscila entre los diez y los cuarenta años.

Imagen de un bidón contenedor de residuos erosionado y roto

Desde el accidente de Fukushima, todavía ha aumentado más la preocupación por los vertidos nucleares y la radiactividad que está llegando a los océanos y ya se considera que una de las grandes amenazas del siglo XXI, para los océanos y para todo el planeta, es la contaminación radiactiva recibida y que siguen recibiendo.

En el mapa que sigue a continuación se puede observar que los océanos más afectados son, en primer lugar, el océano Atlántico, seguido del océano Pacífico y del océano Ártico. Ocho países europeos utilizaron principalmente el Atlántico Nordeste, mientras que Estados Unidos lo hizo en el Atlántico Noroeste y en el océano Pacífico, donde también Japón realizó gran cantidad de vertidos. Por su parte, la Unión Soviética utilizó el Océano Ártico. No he encontrado datos sobre vertidos en el océano Antártico ni tampoco en el océano Índico. 
Las cifras que revelan las cantidades vertidas son verdaderamente escalofriantes. Por citar algunas: 
- En el Atlántico Nordeste yacen un total 223.000 bidones (115.000 toneladas) con residuos radiactivos, estos residuos podrían contener una radiactividad superior al millón de curios (elemento sintético radiactivo), es decir, ocho veces más que los 130.000 curios liberados en el devastador accidente de Chernóbil.
- Estados Unidos arrojó más de 110.000 contenedores con material nuclear fuera de sus costas entre 1946 y 1970.
- Rusia arrojó unos 17.000 contenedores de desechos radiactivos.
- Entre 1949 y 1966 el Reino Unido realizó vertidos por un total de 5.500 toneladas de residuos radiactivos en el Golfo de Vizcaya y a veinte millas al norte de la isla Guernsey, en el Canal de la Mancha.

Por desgracia, la falta de control y supervisión de los vertidos supone que muchos registros e informes sobre ubicación del lugar, metros de profundidad y distancia de la costa sean incompletos o erróneos. En algunas ocasiones, el capitán de la embarcación estaba más preocupado por su propia seguridad y la de su tripulación que no por llegar a la ubicación exacta del vertedero y, cuando se alcanzaba la zona de seguridad establecida, la tripulación arrojaba los barriles independientemente de su ubicación, lo cual supone un gran problema para poder localizar las zonas donde se hayan vertido estos contenedores de residuos y poder comprobar su estado. En este sentido, en el año 2013, un submarino dirigido por control remoto enviado por periodistas alemanes encontró dos bidones con residuos radiactivos a pocos kilómetros de la costa francesa y a solo 124 metros de profundidad. También se sabe que algunos vertidos se hicieron a solo 200 kilómetros de la costa de Asturias y otros a 650 kilómetros de la costa de Galicia. Y en Estados Unidos, el periódico Wall Street Journal afirmó, en 2014, que los niveles de plutonio en el fondo marino a 80 kilómetros de San Francisco, un lugar donde hay 50.000 contenedores de residuos radiactivos, eran 1.000 veces superiores a lo normal.

Mapa con las ubicaciones de los vertidos radiactivos

Un gran problema vinculado a la contaminación de los océanos por materiales y residuos radiactivos y nucleares es la gran cantidad de pruebas de armas nucleares realizadas, además de todas las acciones que hicieron algunos países para destruir parte de su armamento nuclear tras la Segunda Guerra Mundial, que en algunos casos consistió en hundir en los océanos barcos llenos de armamento y residuos nucleares y radiactivos. Además, todavía habría que añadir todos los barcos, submarinos y aviones que han sido hundidos o derribados durante las guerras más todos los accidentados hasta el momento actual.

A continuación enumero algunos datos relacionados con las detonaciones de armas nucleares y el hundimiento y vertido de residuos en embarcaciones o submarinos:
-Entre 1946 y 1958, Estados Unidos llegó a detonar más de 60 armas nucleares sobre distintas partes de las Islas Marshall (O. Pacífico).
- Francia realizó 193 pruebas nucleares en la Polinesia Francesa y los deshabitados atolones de Mururoa y Fangataufa (O. Pacífico) esconden 3.200 toneladas de material radiactivo.
- Rusia realizó 224 pruebas nucleares en el archipiélago de Nueva Zembla (O. Ártico).
- Reino Unido realizó 3 pruebas nucleares en las islas Montebello, frente a la costa de Australia (O. Índico).
- Estados Unidos y Reino Unido realizaron 33 pruebas nucleares en las islas Kiribati (O. Pacífico).
- Rusia hundió o permitió que se hundieran, principalmente en el océano Ártico y en zonas poco profundas, 19 buques que contenían residuos radiactivos, 14 reactores nucleares, de los cuales cinco aún contienen combustible nuclear gastado y 735 piezas de maquinaria pesada radiactivamente contaminada.
- Hay 6 submarinos nucleares acostados en el fondo de los océanos, 4 rusos y 2 estadounidenses.
- En marzo de 1956 cayó y se hundió en el Mediterráneo un avión norteamericano con dos cápsulas de material radiactivo.
-  En enero de 1970 se hundió un submarino soviético cargado con torpedos nucleares en la bahía de Nápoles (Mar Mediterráneo).
- En septiembre de 1974 se hundió un destructor soviético cargado con armas nucleares en el Mar Negro.
- En mayo de 1982, en la guerra entre Inglaterra y Argentina por las Islas Malvinas, un misil de la armada argentina hundió un destructor británico que llevaba armamento nuclear, aunque después se negó que llevara ese tipo de armamento.
- En mayo de 1985, un submarino británico perdió un misil con una cabeza nuclear durante una prueba frente a las costas de Florida. En este caso también, posteriormente, se negó que el misil llevara cargamento nuclear.

En la actualidad, las detonaciones y vertidos realizados en las islas del Pacífico están generando muchos problemas por las continuas filtraciones y contaminación que están causando. Además, atolones como el de Mururoa y el de Enewetak podrían llegar a colapsar y esto supondría que llegarían al océano una gran cantidad de radiación y contaminación que ahora están, en parte, contenidas por esas islas y atolones. En algunos casos, como el de la isla de Runit, en el atolón de Enewetak, las bombas nucleares detonadas por Estados Unidos crearon un cráter donde se vertieron residuos y tierra contaminada fruto de las labores de descontaminación efectuadas tras las detonaciones. Este cráter se cubrió con una gigantesca cúpula de cemento que ha tenido que ser constantemente reparada debido a las continuas filtraciones y las últimas mediciones realizadas muestran que, para el año 2025, el suelo que rodea la cúpula ya estará más contaminado que los residuos que contiene el cráter. Además, hay el temor de que un terremoto, un tifón o cualquier otro desastre natural, pueda destruir la cúpula y provocar un vertido masivo precipitado y catastrófico, algo que también puede suceder en otros lugares donde los restos radiactivos y nucleares están almacenados y contenidos bajos unas condiciones muy frágiles e inestables.

La gran cúpula de cemento que cubre el cráter de la Isla de Runit

Después de la exposición de todos estos datos y viendo toda esa toxicidad, envenenamiento y radiación vertida en los océanos, una de las preguntas principales sería: ¿Qué acciones se están llevando a cabo para supervisar todas estas zonas que podemos considerar cementerios nucleares y radiactivos? La respuesta es: “Ninguna, no se está haciendo nada”.
En 1992, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) realizó análisis en muestras de agua, recogidas en varios de estos “cementerios nucleares”, para medir la radiactividad y los resultados fueron que había altas concentraciones de plutonio-238 que indicaban fugas de los contenedores. En 1995, la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos) finalizó su programa de vigilancia de los residuos radiactivos lanzados al agua en el Atlántico Nordeste y su informe final concluyó así: “Los análisis mostraron aumentos de la actividad radiológica en los puntos de vertido, sugiriendo fugas medibles pero con un impacto radiológico despreciable”. Desde entonces, no se han realizado más controles ni acciones oficiales. Las últimas noticias llegaron a finales de la década de 1990, cuando unos científicos franceses viajaron a uno de los cementerios nucleares del Atlántico y cogieron ejemplares de una especie de pez y de un crustáceo y en ambos casos detectaron restos de plutonio-239 y plutonio-240, que se generan en los reactores nucleares a partir del uranio. Esto demuestra la existencia de fugas y la posible dispersión de elementos radiactivos junto con la alta posibilidad de entrar en la cadena alimenticia.

Está claro que estamos frente a un peligro que no va a debilitarse a corto plazo, más bien al contrario, ya que puede verse potenciado por todos los accidentes y fugas nucleares que sigue habiendo en el planeta. Además, aunque parezca increíble, el Tratado de 1993 sigue en vigor hasta el año que viene, 2018. Así que, dentro de unos meses, termina la prohibición de estos vertidos en los océanos y se podrá volver a examinar la opción de reanudar los vertidos marinos subterráneos creando nuevas oportunidades para la eliminación de desechos nucleares y un océano más potencialmente radiactivo.
Esperemos que las personas que el año que viene tengan la responsabilidad de renovar este tratado actúen con el máximo nivel de conciencia, de amor y respeto por los océanos, por toda forma de vida, por el planeta y tengan una visión elevada para poder desarrollar un nuevo tratado que no tan solo no vuelva a permitir nuevos vertidos sino que ponga en marcha acciones contundentes y eficaces para la limpieza y purificación de todas las aguas de nuestra Madre Tierra.

Fuentes:

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