martes, 26 de diciembre de 2017

Eventos destacados del mes de diciembre

Publicado por David Arbizu

LAS ALTERACIONES DEL GIRO DE BEAUFORT Y LA DERIVA TRANSPOLAR, DOS CORRIENTES CLAVE DEL OCÉANO ÁRTICO
A finales de marzo de este año, 2017, se registró la extensión máxima anual de la capa de hielo marino del Ártico, un registro que significa la extensión más reducida desde que comenzaron las mediciones por satélite en 1979 y que sigue la tendencia de los años 2015 y 2016, cuando también se registraron récords de extensión más baja jamás registrada.
Conforme va siendo cada vez más evidente el cambio climático y la relación directa que tiene el Ártico sobre los patrones que afectan al clima de todo el planeta, donde podemos incluir el efecto directo sobre sistemas atmosféricos, como la corriente Jet Stream y sistemas de corrientes oceánicas, como la circulación oceánica termohalina, también aumentan las investigaciones y estudios científicos para conocer el funcionamiento de esta región polar y todos los elementos que forman parte de su engranaje.

En el océano Ártico hay dos corrientes muy importantes que están totalmente interconectadas y que son clave para la formación y mantenimiento de la capa de hielo, así como para el transporte del hielo y las aguas polares hacia la zona donde se encuentran y conectan con el océano Atlántico. Una de estas corrientes, el Giro de Beaufort, está llamando especialmente la atención de muchos científicos debido a que está actuando de forma extraña y esta alteración podría suponer una descarga de una gran cantidad de hielo y agua dulce fría que llegarían al Atlántico Norte. Esta corriente se origina y ocupa gran parte del mar de Beaufort, un mar ubicado al norte de Alaska y del territorio canadiense de Yukón. El Giro de Beaufort es una corriente que se forma debido a que la alta presión atmosférica provoca e impulsa vientos que giran sobre esa zona en el sentido de las agujas del reloj, es como una peonza gigante que contiene grandes cantidades de hielo marino, un hielo marino que se ha ido espesando gracias a la propia corriente y al paso del tiempo. De esta manera, el Giro de Beaufort ha ayudado a crear las abundantes capas de hielo marino que hasta hace poco cubrían gran parte del océano Ártico durante todo el año.
La otra corriente es la Deriva Transpolar, que es una corriente que atraviesa el Ártico en dirección al estrecho de Fram (entre Groenlandia y las islas Svalbard), donde se encuentra con las aguas del Atlántico y cuya fuerza y trayectoria dependen del tamaño y potencia del Giro de Beaufort.


Durante los últimos 15 años, un equipo internacional de científicos ha dirigido el proyecto "Beaufort Gyre Exploration", desde el que han llevado a cabo expediciones anuales de investigación, realizadas en verano y gracias al uso de un barco rompehielos. Según sus estudios, durante el siglo pasado el giro seguía un patrón cíclico y cambiaba de dirección cada 5-7 años y cuando giraba en el sentido contrario a las agujas del reloj se generaba una expulsión de hielo y agua dulce hacia el este del océano Ártico y el Atlántico Norte. Sin embargo, durante los últimos 12 años no ha habido ningún cambio de dirección y el Giro de Beaufort ha aumentado de tamaño y ha acumulado cada vez más hielo y agua dulce, que se produce por el propio deshielo y por la llegada de flujos de agua desde los ríos norteamericanos y rusos.

La mayor o menor fuerza del Giro de Beaufort está relacionada con las altas o bajas presiones atmosféricas. En el Ártico existe un patrón del clima llamado Oscilación del Ártico (AO, por sus siglas en inglés). Este patrón puede estar en una fase positiva (AO+) o en una fase negativa (AO-) y cada fase depende de la diferencia de presión entre el Ártico y las latitudes medias, que corresponden a la latitud de Montreal (Canadá) o de Burdeos (Francia). Cuando, como está sucediendo en estos tiempos, hay una predominancia de la fase AO-, que significa que la presión del aire en el Ártico es mayor que la presión de las latitudes medias, hay un fortalecimiento y expansión del Giro de Beaufort junto a un debilitamiento de la Deriva Transpolar, que se ve empujada hacia el este limitando la expulsión de hielo hacia el Atlántico y favoreciendo la recirculación del mismo en el interior del Ártico. En el mapa que sigue a continuación se observa la diferencia entre la situación "a", con una AO- y la "b", con una AO+, donde el Giro de Beaufort (BG) es más débil y la Deriva Transpolar (TPD) está más centrada y fortalecida.


El comportamiento actual del Giro de Beaufort puede estar relacionado con el calentamiento global y en concreto, con las altas temperaturas que se registran en el Ártico. Algunos científicos señalan que, debido al calentamiento y al deshielo, el agua dulce gélida que fluye hacia el norte del océano Atlántico desde la capa de hielo de Groenlandia, que se está derritiendo rápidamente, está formando un límite en el Atlántico Norte que produce una estratificación que obstaculiza la llegada de la Corriente del Golfo, una corriente que aporta calor a la superficie del océano. Los científicos dicen que esto puede estar inhibiendo la formación de ciclones que podrían causar que el movimiento del giro se debilite o se invierta temporalmente y que podrían cambiar la fase de la Oscilación del Ártico actual, AO-, a una AO+.

De todas maneras, tras la última expedición científica del pasado verano, los científicos han declarado que no descartan que el Giro de Beaufort no tarde mucho en debilitarse o cambiar de sentido, ya que el volumen de agua dulce no había aumentado desde la expedición del verano anterior y apreciaron que podría haber un posible cambio de la presión atmosférica a corto plazo. Según el oceanógrafo polar Andrey Proshutinsky, si esto sucediera, una liberación masiva de agua dulce fría en el Atlántico Norte, incluso si solo fuera del 5% de la que actualmente forma el giro, sería como una "bomba climática" que enfriaría temporalmente el clima de Islandia y norte de Europa, además de generar una situación dramática para la vida marina que tendría un gran impacto sobre la cadena alimentaria local e incluso global y una crisis económica principalmente sobre la industria pesquera, que actualmente se ve beneficiada por la contención que está haciendo el Giro de Beaufort. De hecho, desde finales de 1960 hasta la década de 1970 sucedió un evento similar, conocido como la Gran Anomalía de la Salinidad, en el que hubo una gran entrada de agua del océano Ártico en el Atlántico y representó una de las variaciones más persistentes y extremas en el clima oceánico global observada durante el siglo pasado, además de una serie de inviernos muy fríos en Europa y la interrupción de la cadena alimentaria del Atlántico Norte junto con el colapso de algunas industrias pesqueras. Para los científicos, si ahora hubiera un cambio en el Giro de Beaufort y una liberación de agua dulce en el Atlántico Norte, la situación sería más duradera y más severa que la que se experimentó con la Gran Anomalía de la Salinidad.


Como siempre, es de vital importancia tener una perspectiva global, planetaria, de cada situación que se analiza, por muy particular y específica que parezca. En este sentido, tanto el impacto de un aumento del deshielo de Groenlandia, con la consecuente obstaculización de la llegada de la Corriente del Golfo, como una posible gran liberación de agua dulce fría en el Atlántico Norte si se debilitara el Giro de Beaufort, provocarían un gran desequilibrio sobre el cinturón transportador oceánico o corriente oceánica termohalina, algo que afectaría al clima de todo el planeta e incluso podría iniciar una edad de hielo, algo que ya sabemos que está pronosticado por muchos científicos. Además, las altas presiones en el Ártico, que caracterizan el actual patrón AO-, debilitan la estabilidad y frenan la velocidad de la corriente Jet Stream, que marca y sostiene el límite entre el aire frío del Ártico y el aire cálido subtropical, lo cual provoca que esta corriente tenga un patrón más ondulado, con grandes vaguadas y crestas que permiten la bajada de vientos y tormentas polares hacia el sur, creando olas de frío y situaciones de duro invierno que normalmente afectan a Europa y al este de los Estados Unidos, así como la subida de corrientes templadas hacia el Ártico que potencian el deshielo y la sequía en zonas como Alaska, Canadá y Siberia, donde existe un gran peligro por el deshielo del permafrost. Las ondulaciones del Jet Stream también provocan que aumente la temperatura del agua en el norte de los océanos Atlántico y Pacífico, generando desajustes fenológicos y cambios en la cadena trófica que también afectan a los ecosistemas y aceleran la sexta extinción masiva.

Respecto a la posibilidad de una mini-edad de hielo, Alek Petty, un estudiante de posdoctorado del Goddard Space Flight Center de la NASA y de la Universidad de Maryland que estudia el Giro de Beaufort, declara: "No va a ser una escena de "El Día de Mañana" (la película en la que el clima de la Tierra se enfría radicalmente y hay una mini-edad de hielo). Pero el hecho es que simplemente no lo sabemos, simplemente no hay suficientes datos árticos para hacer predicciones firmes en un mundo donde el cambio climático, las corrientes oceánicas y las fuerzas atmosféricas interactúan de manera compleja".

Esta complejidad de la que habla Petty debería hacernos obrar con más respeto y cautela, sobre todo al estar experimentando la crisis planetaria actual y los cambios y desequilibrios que está habiendo en muchos lugares. En un informe anual sobre la salud del Ártico, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, que supervisa todas las investigaciones oficiales de los Estados Unidos en la zona, ya presentó el término "Nuevo Ártico", porque, tal como también ha declarado un grupo de científicos: "El Ártico, tal como lo conocíamos, ya no existe".
Mientras tanto, gracias al deshielo, va aumentando el tráfico marítimo, tanto comercial como turístico y ya se perfila una cada vez mayor presencia humana, con todo lo que desafortunadamente significa, en una de las zonas más prístinas y al mismo tiempo más importantes para el equilibrio planetario en todos los sentidos.




Fuentes:

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Eventos destacados del mes de diciembre

Publicado por David Arbizu

PREVISIÓN DE AUMENTO DE LA ACTIVIDAD SÍSMICA PARA EL 2018
Muchos estudios geológicos afirman que el promedio de terremotos por año es constante y que no hay un aumento de la actividad sísmica a nivel global. Sin embargo, a través de los informes mensuales de eventos planetarios que personalmente realizo desde el año 2014, mi percepción y lo que muestran dichos informes, es un continuo aumento de la cantidad de terremotos, especialmente de más de 5 grados en la escala Richter y que ese aumento es más notable a partir del año pasado. Lo que sí que está claro es que los terremotos son muy difíciles de predecir científicamente, aunque el registro sísmico permite detectar algunos patrones más o menos repetitivos. Además, los mapas de evaluación del peligro sísmico de las fallas que se estudian solo pueden dar estimaciones sobre la probabilidad de un terremoto teniendo en cuenta la sobrecarga que se considere que pueda tener una falla o una zona de fricción entre dos placas tectónicas.

A pesar de la gran dificultad para hacer predicciones sísmicas, el pasado mes de noviembre, los geólogos y sismólogos Roger Bilham, de la Universidad de Colorado en Boulder y Rebecca Bendick de la Universidad de Montana, presentaron un estudio en la reunión anual de la Sociedad Geológica de América donde señalan que a partir del próximo año, 2018, podría haber un aumento de la actividad sísmica del planeta, además de un incremento de los terremotos de 7 grados o superiores.

Para realizar su estudio, observaron los terremotos de magnitud 7 o superiores que ha habido en todo el mundo desde el año 1900 y comprobaron que, desde ese año, ha habido intervalos de tiempo espaciados donde el promedio habitual, de unos 15 terremotos de esa magnitud por año, se incrementaba llegando a registros anuales de entre 25 y 30 terremotos. Al analizar esos intervalos de tiempo comprobaron que había un patrón que relacionaba directamente ese incremento de la sismicidad con la disminución de la velocidad de rotación de la Tierra y que, desde el momento en que se detectó cada desaceleración de la rotación, se requería que pasaran entre cinco y seis años para que se iniciara ese incremento de la sismicidad, un incremento que, entonces, se mantenía durante cinco años.

Placas tectónicas del planeta

Los principales factores que influyen en la rotación de la Tierra son las mareas lunares, los cambios atmosféricos, la disminución de los casquetes polares y la dinámica del núcleo terrestre y su interacción con el manto y todo lo que forma el campo magnético del planeta, incluyendo su parte más externa donde se encuentra e interactúa con el viento y las partículas solares. También influyen otros factores, directamente relacionados con los anteriormente citados, como son el aumento del nivel del mar; los propios terremotos y movimientos de las placas tectónicas; los cambios en los patrones de las corrientes oceánicas; los cambios en los patrones de los vientos; el nivel de actividad solar y la mayor o menor llegada de rayos cósmicos; la actividad de los volcanes, como puntos de gran tensión y salida del magma y cualquier otro factor que también esté relacionado con la crisis planetaria que estamos experimentando como, por ejemplo, las grandes tormentas, las sequías y los incendios, porque todo está conectado, directamente relacionado.

Todos estos factores afectan lo que algunos científicos llaman la “dinamo” de la Tierra y ahora están provocando una ralentización de su actividad, que supone una tensión hacia el exterior del núcleo fundido del planeta que provoca una presión que se propaga a través de las rocas, las fallas y las placas que tiene por encima. Roger Bilham y Rebecca Bendick, los sismólogos autores del estudio, han calculado que se requieren de cinco a seis años para que esa tensión, esa energía enviada por el núcleo, irradie a las capas superiores del planeta donde ocurren los terremotos, lo cual significa que desde que se detecta una desaceleración de la rotación de la Tierra hay un plazo de cinco años para “prepararse” para ese aumento de la sismicidad.

Actualmente, gracias a los relojes atómicos, se puede medir la rotación de la Tierra con mucha precisión y la última vez que se detectó una desaceleración fue en el año 2011, lo cual significa que, según el patrón establecido en el estudio presentado, en el año 2018 empieza uno de los períodos de cinco años de incremento de terremotos, pudiendo llegar a una media anual de veinte o treinta terremotos potencialmente muy destructivos.
De hecho, en el último semestre de este año ya ha habido varios terremotos muy potentes que demuestran el inicio de ese período de alta sismicidad y entre los que destacan el terremoto de 7,1 grados que hubo el 19 de septiembre en México, el de 7,3 grados del 12 de noviembre en la frontera entre Irán e Irak y el de 7 grados del 19 de noviembre en el archipiélago de Nueva Caledonia.

Mapa del terremoto del 12 de noviembre en la frontera de Irán-Irak 

La rotación de la Tierra genera una fuerza centrífuga que es la responsable del achatamiento de los polos y del ensanchamiento del Ecuador. El Ecuador representa el punto más ancho del planeta y el que está rotando con mayor rapidez, así que, conforme se va desacelerando la rotación, el Ecuador es la zona donde se nota más la falta de velocidad y donde se crea una contracción, un encogimiento, que afecta directamente a las placas tectónicas. Por esta razón, el nuevo estudio manifiesta que la zona de mayor peligro, donde el aumento de los sismos puede ser más notable, está dentro de una franja delimitada por una latitud de 30º al norte y al sur del Ecuador. De hecho, el epicentro del terremoto que hubo del 12 de noviembre en la frontera de Irán e Irak ocurrió aproximadamente a 33º de latitud norte.

Se puede decir que parece que se avecina un año 2018 movido. Además de toda la información que nos transmite este estudio sobre el incremento de la actividad sísmica, estamos viendo que continúan habiendo grandes y devastadores incendios forestales, que actualmente afectan en especial a California, que continúa el deshielo de los polos, que también va aumentando la actividad volcánica, así como las grandes tormentas junto a las muy severas sequías y que se va configurando el fenómeno de La Niña, que en general es un patrón de frío y nos recuerda toda la información recibida sobre una mini-edad de hielo cuyo inicio algunos científicos ya pronosticaban para el principio del año 2018.

Esperemos que el próximo año también sea el de la implementación de políticas medioambientales que respeten el planeta, que limiten y controlen todas las actividades humanas que están deteriorando y desequilibrando la biosfera y acelerando la sexta extinción masiva y la crisis planetaria que estamos experimentando.  



Fuentes: